30.9.12

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La verdad es que nunca he sido bueno recordando cosas; las recetas que a menudo cocino las tengo que leer una y otra vez, o justo antes de comenzar, cuantos minutos tiene un día, cuantas horas un día o cuantos días llevo viviendo hasta hoy; sin embargo recuerdo algunas fechas sin importancia, o al menos eso creo yo, no son tan importantes como para recordarlas completas, como ese 19 de febrero.

Era Febrero 19 de 2011; la película en torno era 9, esa dónde 9 pequeños muñecos de trapo tratan de salvar a un mundo post-apocaliptico, yo tenia no más de 20 años y nada importaba como estar desnudo en la cama junto a... bueno, quién fuera. Y entonces ahí estaba yo, por primera voz no llorando con una película emotiva, pensando en todos mis días de ese mes, los que pasaron y los que faltaban; la verdad es que no recuerdo porque, exactamente esos simples 28 días; claro, olía ese aroma a usado, a viejo, a mojado, a repugnancia que parecía adorable, entrañable; que sabía que nunca más iba a regresar. Después de todo lo ocurrido nada importaba, ni yo, ni el mundo. Sólo el olor quedaba.

Paso la noche y la madrugada apareció, y me encontraba sentado en el suelo de un baño, sintiendo el frió en mi cuerpo ya desnudo y mojado por la humedad de baño, pensando en mí y en lo estúpido que era, tirado en la nada y en el silencio, con la luz blanquecina que cubría el todo de la nada; esa nada de la que yo en ese momento era parte.

La madrugada terminó y yo con ella, desperté en ese cuarto azul, y sabanas amarillentas; pensando en ese sueño con números nueve, muñecos de trapo, pisos fríos y mojados y sobre todo, esa nada, esa nada que me decía que nada iba a ser igual, que febrero iba a terminar y nosotros con él. Y así fue, termino febrero con sus 28 días, y terminamos nosotros.

eclipse - robyn

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