25.4.12

Tres horas

Tres horas, solo pasaros tres horas después de haber tocado su piel por ultima ocasión, aunque de ser sinceros nadie en este mundo pudiera siquiera suponer que sería la ultima vez, no después de esa intensidad, no después de esas risas, bailes, palabras y sobre todo besos, esos nunca faltaron eramos como esos pequeños pececillos que cada segundo se besan y hasta luces felices, así nosotros pasamos esas ultimas horas, ahora no recuerdo que fue primero si su andar pausado, mis ojos que brillaban con tan solo verlo o sus manos sobre mi cuerpo.

Tres horas habían pasado, tres horas en las que toda mi familia desayunaba reunida en la mesa, tres horas en las que la calle fue arreglada de tantos baches, tres horas que parecieron más que suficientes para seguir nuestro camino,  aunque más que ser "nuestro" fue de cada uno, al despertar ya no eramos ni esos besos, ni esos bailes, ya no había ojos brillosos o cuerpos excitados.
En esas tres insignificantes horas todo sucedió, aunque dudo que él sepa al igual que yo que es lo que realmente sucedió; pero al igual que yo él sabia que algo había mal en el transcurso de esas tres horas,  porque al despertar todo era silencio, y crean cuando digo silencio; era como ese silencio sepulcral de un funeral, de ese en el que se tiene miedo de estar; tan ajenos a nosotros mismos y compartiendo ese silencio, vaya par.

Bajamos de la cama, nos pusimos nuestras ropas y abrimos la puerta, al hacerlo quise pensar que todo era un terrible pesadilla, que ese silencio solo existía en mi cerebro y que esas tres horas habían sido 8 o incluso doce, como de costumbre, y que todo había sido creado gracias al constante de nuestro insomnio y a las tantas películas de terror que veíamos juntos, abrazados, él abrazado de mí y yo de él; pero ésta no era esa ocasión, esa horrible pesadilla no era ni real ni había sido soñada, ya quería yo ser  él de los sueños raros y sin sentido, tan intensos y tan psicológicamente sexuales y solitarios, pero no, siempre tenia que ser él el de esas aventuras, y en cambio el silencio aun estaba ahí, acorralándonos a la luz del día, hasta entonces apenas supe que no era un sueño; y puedo suponer que él lo supo desde el inicio, desde que sus manos dejaron de tocarme y sus labios prefirieron apartarse, «¿por qué no me di cuenta?» todo era tan obvio ahora, tus manos dejaron acariciar después de esas tres horas, tus labios dejaron de besar y tu corazón dejó de pronunciar mi nombre. Que iluso.

¡Iluso! Claro. ¿Qué mas si no eso? Todo apuntaba que yo era el iluso más grande de este universo, ¿y él? Bueno, creo que siempre lo hizo visible, siempre lo dijo y nunca lo ocultó, también menciono todo acerca del silencio y la soledad, y bueno, ahora después de todo ese tiempo estábamos solos ante ese silencio sepulcral; solos y casi desnudos. Desnudos, solos y nos teníamos el uno al otro en esa soledad, en este silencio.

¿Nos tenemos el uno al otro?

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