Un mundo en el que fácilmente podrían acostarse con mi hermano, un mundo en el que no se puede confiar en nadie, un mundo en el que solo alzar la voz o decir lo que se piensa es callado con un gancho al hígado, literal. Un mundo irreal que yo mismo trace.
Ese mundo que ahora, ajeno, se va a la nada, se va sin despedirse, explota en su pequeño big bang, dejando, a su único habitante desnudo. En este mundo se toan decisiones sin pensar, decisiones sobre-pensadas, pero sobre todo decisiones patéticas.
Esos ángeles de espaldas perfectas tendrán que esperar, este mundo aun no ha visto todo de mí, y sin duda es como la luna, a la cual nunca le he visto su otra cara; este mundo, mi mundo, tan silencioso y tan pacifico; tan feliz, o al menos, eso creí yo.
Una vez más, me toca ir en su búsqueda. Me pregunto: ¿Hasta cuándo?
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