25.6.12

Lo que fue

Últimamente ya no soy yo, y bueno, siendo sincero tengo que decir que él tampoco es él, es como si estuviera pero su mente no, es cómo si sólo compartiéramos el mismo sueño, el mismo piso, el mismo apartamento, el mismo cuarto y la misma cama pero nunca nada más, el sexo sigue ahí pero ese desde hace meses que los dos nos ausentamos, dejamos de sentirnos para poner en juego a los demás, dejamos de acariciarnos para acariciar a otros cuerpos, sus nalgas cambian de tamaño cada ocasión al igual que mi pene, por esa razón es que el sexo sigue sin cambiar y no es de extrañar, lo seguimos disfrutando pero no con nosotros. Los desayunos monótonos, las platicas triviales de las escuelas y los trabajos, los lugares que visitamos y los que visitaremos, los planes de vacaciones y donde tendremos sexo la próxima vez, no con nosotros, claro.

Ahora sé que no estamos sólo por estar con el otro, porqué esa nunca fue nuestra idea, y por que sé como se siente el estar por sólo estar, y sé que él también lo sabe y ambos preferiríamos tener diferente habitaciones e incluso diferente piso o ciudad si sólo fuera de ese modo, lo de nosotros desde el inicio fue raro, el día que lo conocí no era más que el recuerdo físico de un amante que tanto idolatré y después rompí en pedazos y váliendome del recuerdo, y de tres cervezas encima, me animé y me lo ligué, él sólo me acepto por el simple hecho de yo haber comenzado la conversación, ya que siendo de esos tipos feos y guapos nunca nadie se le acercaba, tenia que ser él quien daba el primer hola o el primer agarron de nalga o paquete, tuvimos sexo esa noche, y la que le siguió y la que le siguió; sexo mejor nunca tuve, después de meses se convirtió en algo más que sexo y eso siguió hasta lo que ahora tenemos, que nosotros llamamos «sin etiqueta», tan llevados por la moda que no quisimos ponerle un nombre pero no demasiado como para no distinguirlo. Y lo raro de nuestra relación no sólo fue el tema del sexo, ahí estaban las citas en las que uno se levantaba de aburrición y el otro no objetaba nada, estaban las platicas de sexo casual que tuvimos en nuestros tiempos de promiscuos, estaba la ropa que compartíamos y que nunca peleamos, el nunca hablar en la cama, las citas en el cine en las que llegábamos juntos y yo siempre tenía que llegar en taxi al apartamento encontrándolo cenando comida de la calle que sólo había comprado para él. Nunca nos peleamos por esas situaciones, por lo único que nos peleábamos era por la ropa sucia, por el shampoo y el papel de baño, la comida y las cervezas nunca faltaban, nuestra dieta era a base de quesos, verduras, leche, café y pasta los fines de semana, las veces que no queríamos cocinar yo ordenaba comida oriental y él italiana y al final compartíamos, para no sentirnos solos, nos decíamos.

Eso fue antes, antes de este mes cuando no regrese durante dos días en los que tuve que dormir en una iglesia y en una oficina de correos, el día que llegué el apartamento estaba reluciendo de limpio y él no estaba, desde entonces cambio todo, ahí fue cuando lo sentía ausente, jugábamos y parecía divertido, se preocupaba tanto por la gente, usaba pantalones cortos y dejó de ir al gimnasio, comenzó a no separar la carne de la comida oriental, fuimos al cine y me tomaba de la mano de regreso al auto, se interesó en darme clases de manejo y parecía ser que su bloqueo artístico había dejado de molestarlo, escribía día y noche en cualquier lugar las ideas que tenia en mente, compro telas y me propuso adoptar un cachorro, 
nunca lo supe hasta hoy por la mañana cuando despertamos y al final de ese orgasmo mutuo al oído me susurró que me amaba.

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